Virtudes Heroicas de San Pío de Pietrelcina
11/03/2019 09:05 am

"En cuanto a mí ¡Dios me libre gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo…" (Gal. 6, 14).

La Cruz: Única gloria de Padre Pío
Padre Pío de Pietrelcina, como el apóstol Pablo, centró su vida y su apostolado en la Santa Cruz, que era su fuerza, su sabiduría y su gloria. Libre de las vanidades del mundo e inflamado de amor a Jesucristo, se ajustó a Él en la inmolación de la Cruz para la salvación del mundo. Fue tan generoso y perfecto en la secuencia y en la imitación de la Víctima Divina, que se podría decir: "En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado… (Gal. 2, 19).

Él lo consideraba como un tesoro de la gracia, que Dios le otorgó con una abundancia extraordinaria; así que, con su sagrado ministerio, sirvió a los hombres y mujeres que se apresuraban hacia él para atraer una muchedumbre inmensa de hijos e hijas espirituales.

Digno seguidor de San Francisco de Asís
Este digno seguidor de San Francisco de Asís nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, en la arquidiócesis de Benevento. Sus padres eran Grazzio Forgione y María Giuseppa De Nunzio. Al día siguiente fue bautizado con el nombre de Francesco. Pasó su infancia y adolescencia en un ambiente sereno y calmado: hogar, iglesia, campos, y más tarde en la escuela. A la edad de doce años recibió los sacramentos de Confirmación y Primera Comunión.

A la edad de dieciséis, el 6 de enero de 1903, entró en el noviciado de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos en Morcone, donde el 22 de ese mismo mes recibió su hábito y fue llamado Hermano Pío. Terminó su año de noviciado felizmente, hizo su profesión de votos simples y el 27 de enero de 1907, los votos solemnes. Después de su ordenación sacerdotal, recibida el 10 de agosto de 1910 en Benevento, tomó un descanso junto a sus hermanos hasta 1916 por motivos de salud. En septiembre del mismo año fue enviado al convento de San Giovanni Rotondo y permaneció allí hasta su muerte donde se desarrolló un gran crecimiento de creyentes y seguidores. Éstos, desde el año 1918, vieron en él las señales de la Pasión del Señor y otros carismas.

Su misión especial
Encendido por el amor a Dios y por el amor al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud su vocación para contribuir a la redención de la humanidad, de acuerdo a la misión especial que caracterizó toda su vida. Efectuó esta misión de tres maneras: a través de la dirección de las almas, a través de la reconciliación sacramental de los pecadores y a través de la celebración de la Santa Misa. No era tarea fácil lograr confesarse con el Padre Pío debido a la gran multitud de penitentes. El momento culminante de su actividad apostólica fue cuando él celebraba la Santa Misa. Los creyentes que participaban, percibían durante esta celebración el centro y plenitud de su espiritualidad.

En un plano social, Padre Pío procuraba aliviar el dolor y la pobreza de muchas familias, especialmente por medio de la fundación del "Hogar para el alivio del sufrimiento", inaugurado el 5 de mayo de 1956. En un plano espiritual, formó los "Grupos de Oración", que él mismo definió como " el terreno fértil de la fe y enfoques del amor", y el Sumo Pontífice Pablo VI define como: "Un gran río de personas que oran".

Su Fe
Para el Siervo de Dios su vida era una vida llena de fe: todo lo deseaba y realizaba a la luz de la fe. Se nutría de la oración constante. Durante el día y gran parte de la noche, estaba en conversación con Dios. Él dijo: "En los libros aprendemos sobre Dios, en la oración Lo encontramos. La oración es la llave que abre el corazón de Dios." En la fe, él siempre aceptaba la voluntad misteriosa de Dios. Era un religioso absorbido en las realidades sobrenaturales y contagió a todos con su fe, irradiándola a aquellos que se le acercaban.

El hombre de esperanza
No sólo era un hombre de esperanza y total confianza en Dios, sino infundía estas virtudes en las almas con sus palabras y con su ejemplo.
El amor de Dios lo llenaba tanto que satisfacía todos sus deseos; la caridad era el principio de inspiración de cada día: Amaba a Dios y Dios lo amaba a él. Su preocupación particular: crecer y comportarse según la caridad. Este era el secreto de su vida penitencial, la cual pasó en el confesionario y dirigiendo de las almas.

La grandeza de su caridad
Una expresión de su caridad hacia el prójimo era su forma de recibir, por más de cincuenta años, a tantas personas, que se apresuraban a buscar sus consejos y consuelos por medio de su sagrado ministerio. Era como un asedio de amor: Lo buscaban en la iglesia, en la sacristía, en el convento. Y dio todo su amor, trabajando para reavivar la fe, distribuyendo gracia, trayendo luz y consuelo evangélico. El veía el rostro de Jesús en los pobres, en aquellos que sufrían, en los pacientes y estaba especialmente dispuesto para ellos.

Prudencia
Él practicó de manera ejemplar la virtud de la prudencia, se comportaba y guiaba a todos a la luz de Dios.

Su interés era la gloria de Dios y el bien de las almas. Trataba a todos por igual, sin preferencias, con lealtad y gran respeto.

Fortaleza
La virtud de la fortaleza se manifestaba claramente en él. Él entendía bien que su caminar era el de la Cruz y aceptaba el sufrimiento con valentía y amor. Experimentó por muchos años los sufrimientos del alma. Por años llevó consigo los dolores de sus llagas con una fortaleza admirable. Aceptaba las numerosas intervenciones de las autoridades eclesiales y de su Orden en silencio y en oración. Ante la calumnia, siempre mantenía silencio.

Templanza
Solía alcanzar la virtud de la templanza mediante sus oraciones y mortificaciones, de acuerdo al estilo franciscano. Era moderado en su forma de pensar y estilo de vida.

Obediente
Consciente de los deberes que asumía en la vida consagrada, observó con generosidad sus votos religiosos. Los amaba porque le recordaba a Cristo y porque eran los medios de perfección. Obedecía todas las órdenes de sus superiores, aún cuando a veces le costaba. Su obediencia era sobrenatural en sus intenciones, universal en su extensión e íntegra en su ejecución.

Pobreza
Él ejercitaba el espíritu de pobreza con un total desprendimiento de sí mismo y de los bienes mundanos; de las conveniencias y de los honores.

Castidad
Él siempre tenía una gran predilección por la virtud de la castidad. Su comportamiento era siempre casto y con toda modestia.
Sinceramente se creía un inútil, indigno de los dones de Dios, lleno de debilidades y en necesidad del favor divino. En medio de tanta admiración del mundo, él repetía: "Sólo quiero ser un pobre fraile que reza."
Su salud, desde su juventud, no era muy buena y, sobre todo, en los últimos años de su vida fue empeorando.

La hermana muerte vino por él a la edad de 81 y lo encontró preparado y sereno el 23 de septiembre de 1968. Su funeral se caracterizó por una gran afluencia de personas.

Una representación de los estigmas de Nuestro Señor
El 20 de febrero de 1971, a sólo tres años de la muerte del Siervo de Dios, Pablo VI, hablando con el superior de la Orden Capuchina, dijo de él: "¡Mira cuánta fama ha tenido, qué gente se ha reunido a su alrededor! ¿Pero, por qué? ¿Era por ser un filósofo? ¿Por ser sabio? ¿Por ser un hombre de medios? Era porque celebraba la Misa humildemente, escuchaba confesiones desde por la mañana hasta la noche, y era una estampa representativa de las estigmas de Nuestro Señor. Era un hombre de oración y sufrimiento."

La Causa de Beatificación
De esta manera Dios manifestaba su deseo de glorificar en esta tierra a su fiel Servidor. La Orden de Hermanos Menores Capuchinos no esperó mucho tiempo para terminar con los pasos requeridos por las leyes canónicas para comenzar la causa de beatificación y canonización. Habiendo realizado los exámenes correspondientes, la Santa Sede, en la forma de la Motu Proprio Sanctitas Clarior, otorgó la nulla osta el 29 de noviembre de 1982. El arzobispo de Manfredonia pudo proceder entonces con el proceso de conocimiento (1983 - 1990). El 7 de diciembre de 1990, la Congregación para las Causas de Santos reconoció la validez del proceso. Habiendo completado el Positio (Voto Positivo), fue discutido entonces, como de costumbre, si el Siervo de Dios había practicado las virtudes en un grado heroico. El 13 de junio de 1997 el Congreso Especial de la comisión teológica fue llevada a cabo con resultados positivos. En la próxima Sesión Ordinaria del 21 de octubre el Proponedor de la Causa, su Excelencia Monseñor Andrea María Erba, Obispo de Velletri-Segni, los Padres Cardenales y Obispos, reconocieron que Padre Pío de Pietrelcina había practicado en grado heroico las virtudes teologales, cardinales y las virtudes que las acompañan.

En grado heroico todas las virtudes
El Prefecto favoreciendo la causa, que firma abajo, informó al Sumo Pontífice Juan Pablo II de los procedimientos completados por la Causa. Su Santidad acogiendo y aprobando el juicio hecho por la Congregación para las Causas de los Santos, ha ordenado que el Decreto de las virtudes del Siervo de Dios sea promulgada.

Hacia Dios y hacia el prójimo
Esto llevado a cabo, según las normas, enmarcándolo en la fecha de hoy, el Prefecto a favor de la causa que firma abajo, el Proponedor de la Causa, el Arzobispo Secretario de la Congregación, juntos con los restantes de acuerdo a la costumbre y estando todos presentes, el Santo Padre declaró solemnemente:

"Es seguro que el Siervo de Dios, Padre Pío de Pietrelcina, quien para el mundo es Francesco Forgione, sacerdote profeso de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, ha practicado en un grado heroico las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad, ambos hacia Dios y hacia el prójimo, de igual manera las virtudes cardinales de prudencia, justicia, fortaleza, templanza y virtudes que les acompaña, para las metas y para los efectos de lo escrito. El Sumo Pontífice ordenó finalmente, que este decreto fuese publicado y registrado en las actas de la Congregación de las Causas para los Santos".

Retomado del Decreto Oficial de las Virtudes Heroicas
(Traducción no oficial del decreto en Inglés)

Dado en Roma el 18 de diciembre en el Año del Señor 1997

Firma:
Alberto Bovone
Arzobispo Titular de Caesarian de Numidia
Prefect a favor de la causa

Edward Nowak
Arzobispo Titular de Luni
Secretario

 
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