Tarea no muy fácil a la hora de ponerla en práctica, ya que, a menudo nos gusta hacer lo mejor con aquellos que nosotros queremos o amamos; Jesús en su Palabra nos enseña: “Más yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen y orad por los que os calumnian y os persiguen” (Mt 5, 44).
Es muy importante que tener presente que cada uno es hijo de su tiempo y que en nuestro medio es normal ayudar al otro solo si esto me produce un beneficio o provecho, muchas veces aún en las mismas familias. Naturalmente no es nada fácil el hacer algo que no nos nace, ni nos place, o no sacamos un beneficio de ello, y nuestra mente y corazón son dominados por emociones y sentimientos, los cuales en muchas veces no son de la talla de Jesús.
Si actuáramos o nos diéramos tal como Jesús se daba los demás, nuestro mundo, la sociedad, sería muy diferente; ya que fuéramos liberados de la perversidad, de la envidia, del resentimiento y del orgullo. El darnos gratuitamente a los demás, es un gesto de no esperar nada a cambio, y una entrega desmedida y seguramente muy valorada por Jesús.
La familia de Nazaret es nuestro mejor modelo para la vida, María fue la primer servidora, la primer custodia del Redentor, que dijo sí, acá estoy, corrió donde su prima Isabel a colaborar, a servir, a atender. San José supo ser el hombre silencioso, obediente y justo, el cual, supo ser cabeza de familia, acompañarlos y protegerlos. Y Jesús que siendo inocente y libre de pecado dio su vida y murió en la cruz, lo dio todo, por amor a nosotros, sin esperar nada a cambio. “Enséñanos Buen Señor, a servirte como mereces, a dar sin contar el costo, a luchar sin contar las heridas y a no buscar descanso, a laborar sin pedir recompensa excepto saber que hacemos tu voluntad” San Ignacio de Loyola.
(Reflexión por Padre Arnulfo Delgado)