En esta ocasión deseo dedicarle el artículo a una persona muy reconocida a nivel mundial por ser una misionera. Por su caridad, humildad, sencillez, amor a los más necesitados y desprotegidos; por su pobreza espiritual que muchos no la practicamos porque es bien difícil, por su fe, su esperanza, su amor a Dios, su comprensión y su compasión hacia los más necesitados; por buscar a Dios en su trabajo ordinario y por hacerlo con amor. Les hablo de Santa Madre Teresa de Calcuta, la misionera de caridad que fue canonizada el domingo 04 de septiembre.
Según la historia hallada en el sitio web oficial de Madre Teresa de Calcuta, nació en el seno de una familia católica albanesa en 1910. La profunda religiosidad de su Madre despertó en Agnes la vocación de misionera a los doce años. Siendo aún una niña ingresó en la Congregación Mariana de las Hijas de María, viajó hasta Dublín para profesar en la Congregación de Nuestra Señora de Loreto. Como quería ser misionera en la India, embarcó hacia Bengala, donde cursó estudios de magisterio y eligió el nombre de Teresa para profesar. En 1948, poco después de proclamada la independencia de la India, obtuvo la autorización de Roma para dedicarse al apostolado en favor de los pobres. Teresa de Calcuta abrió su primer centro de acogida de niños. En 1950, año en que adoptó también la nacionalidad india, fundó la congregación de las Misioneras de la Caridad, cuyo pleno reconocimiento encontraría numerosos obstáculos antes de que Pablo VI lo hiciera efectivo en 1965; falleció en 1997.
El principio fundamental de Madre Teresa y su congregación ha sido siempre: "Quiero llevar el amor de Dios a los pobres más pobres; quiero demostrarles que Dios ama el mundo y que les ama a ellos"- según palabras de la misionera.
La misionera buscaba a Dios en todos los trabajos que hacía, los realizaba con mucho amor a pesar de las condiciones, decía no importa cuánto trabajo hagamos lo que importa es cuanto amor le pongamos a las actividades ordinarinarias; veía y trataba a cada persona como si era al mismo Jesús a quien lo atendía y servía; nunca se quejaba ni reclamaba a Dios por las cruces de cada día.
La humildad y sencillez en el trabajo son parte del amor con el que hacemos nuestras actividades ordinarias y cotidianas; le ponemos amor cuando vemos a Dios en nuestros jefes y compañeros de trabajo, cuando le ayudamos a un compañero que no puede hacer algo o no sabe hacer algo; cuando aceptamos con amor todo el trabajo que nos pone nuestros jefes; cuando servimos y somos pro activos; cuando damos consejos y cuando tenemos empatía hacia los demás; cuando damos amor y hacemos todo con amor; amor en el trabajo es hacer todo con perfección y sin orgullo como si fuera un regalo a Dios y al prójimo; es hacer todo sin renegar y sin pelear; es compartir con los demás y servir a todos y no a nosotros mismos; significa sacrificio y entrega; no pensar en hacer un trabajo determinado por dinero o por algo que nos darán sino por amor.
Un trabajo puede ser el dar felicidad a los hijos, ayudar al más pobre entre los pobres como lo hizo Madre Teresa; no olvidarse de los que están huérfanos en los asilos y hogares; vestir al desnudo; darle de comer al hambriento; limpiarle las necesidades fisiológicas a los que no pueden; no llevar el trabajo a la casa para darle amor a los hijos o a la pareja; realizar obras de misericordia; hacer con amor, sacrificios y entrega nuestras labores cotidianas; bañar a nuestras mascotas con amor, ya que ellos también necesitan cariño; ir a darle de comer a los que viven en la calle; estar con los moribundos para que sientan el amor de Dios; entre muchas actividades más.
Quiero terminar el artículo con algunas de las frases de Madre Teresa de Calcuta: “Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal”, “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota”, “Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él”, “El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz”.
(Por Gerardo Schonenberg)