PERDONA NUESTRAS OFENSAS
17/03/2016 08:34 am

“PERDONA NUESTRAS OFENSAS
COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN”
 

Pbro. César Eliseo Sánchez

La oración que el Señor nos enseñó contiene siete peticiones. El número siete en las Sagradas Escrituras aparece en diferentes ocasiones y significa plenitud. Mediante las tres primeras peticiones somos atraídos hacia la Santísima Trinidad, afirmados en la fe, colmados de esperanza y abrazados por la caridad. La oración no es individual. Como criaturas y pecadores todavía, debemos pedir para nosotros; un “nosotros” que abarca el mundo y la historia (CIC #2806).

Las últimas cuatro peticiones son la ofrenda de nuestra esperanza y atraen la mirada del Padre de las Misericordias. Dichas plegarias brotan de nosotros y nos afectan ya ahora, en este mundo: “danos [...] perdónanos [...] no nos dejes [...] líbranos”. La cuarta y la quinta petición se refieren a nuestra vida como tal, sea para alimentarla, sea para sanarla del pecado (CIC #2805).

El Hijo fue enviado por el Padre para redimirnos y devolvernos nuestra “imagen y semejanza” con Él y en Él; por lo cual la petición de ser perdonados sería coherente con la misión del Señor y cabría más en las primeras tres peticiones. Sin embargo, hay algo muy importante que resalta en dicha petición: como nosotros perdonamos… Dicha frase implica una condición: ser perdonados por Dios en la misma medida que nosotros perdonemos el mal que los otros nos han hecho.

Jesús explicará varias veces la necesidad de ser misericordiosos para alcanzar misericordia (Mateo 5,5; 6,15; 18, 23-35). ¿Somos conscientes que nuestra misma oración diaria nos compromete y condiciona en el perdón de las ofensas cometidas por los demás? Ahora bien, perdonar para ser perdonados es aún una petición “interesada”. Cristo, en medio de su dolorosa pasión y momentos antes de su muerte, nos enseñará a perdonar gratuitamente, a perdonar por amor, incluso a quien le ha llevado a tal infame suplicio (Lucas 23,34).

Pidamos al Señor de las Misericordias el don de perdonar hoy mismo, no sólo para ser perdonados como consecuencia de nuestro perdón al prójimo, sino para que, llenos de Su Ternura, nos comportemos como hace Su Hijo Amado y seamos Misericordiosos como el Padre. Un Padre que no es “sólo mío”, sino PADRE NUESTRO.
 

compartir